PAGINAS DEL CONTINENTE
Posted by Ximena Hidalgo-Ayala / Historian
Galo Plaza International Committee Inc.
October 31st, 2019
El 31 de octubre se celebra el nacimiento de la Santa Quiteña Mariana de Jesús, una mestiza de formidables cualidades espirituales y morales, cuya vida está íntimamente ligada a la fe de los ecuatorianos y a su historia. Ella es considerada “la más alta expresión femenina del espíritu quiteño”.
Santa Mariana de Jesús, la Azucena de Quito, es una de las figuras preponderantes del siglo XVII en la historia del actual Ecuador.
Esta mujer de gran espiritualidad y misericordia, fue la menor de ocho hermanos, nacidos en el seno de una familia aristocrática formada por un hidalgo español de Toledo, Don Jerónimo Zenel Paredes y Flores y por una dama criolla quiteña, Doña Mariana Jaramillo de Granobles.
Mariana Paredes Jaramillo nació en una ciudad que, -en media milla cuadrada-, tenía diez elegantes iglesias, magníficos monasterios y conventos que persisten hasta hoy, a pesar de los terremotos y conmociones civiles que ha vivido la milenaria capital ecuatoriana. En su época la ciudad adquirió la fama de “Claustro de América” y de “Santuario de Arte Colonial” y en ella coexistían marcados contrastes del espíritu barroco. Simultáneamente los quiteños vivían en libertinaje y producían algunos de los ejemplos más perfectos, expresivos y originales de la arquitectura y escultura barrocas del mundo hispanohablante.
ACTIVO TRABAJO HUMANITARIO
Mariana quedó huérfana y fue criada por su hermana mayor. Desde niña manifestó su inclinación a la vida espiritual y quiso ir de misionera a las selvas de Mainas, pero se negó a entrar al convento, donde se vivía una vida de lujo y por decisión propia, tuvo una vida austera y de ejemplar integridad. Renunció a sus apellidos y adoptó el nombre religioso de Mariana de Jesús. Después de tomar un voto de virginidad perpetua y de distribuir su dote a los pobres, permaneció en casa de su hermana y su cuñado. Dedicaba seis horas diarias a las oraciones, meditación y disciplina devocional (mortificaciones y penitencias que ofrecía como víctima expiatoria por los pecados de sus contemporáneos). Dedicaba cinco horas diarias a obras de caridad. A sus veinte años se entregó completamente a los servicios humanitarios, asistiendo a mendigos y personas discapacitadas, a la gente discriminada de la época, a los presos y a los indígenas; catequizó a los niños, alimentó a los pobres, enseñó a los ignorantes y cuidó a los enfermos, fue consejera de sus compatriotas.
Mariana dormía solo cuatro horas y realizaba severos y largos ayunos. Testimonios de su época dicen que durante cinco años no ingirió comidas sólidas, solo la eucaristía. Su austeridad y misericordia, le ganaron la reputación de santidad en la ciudad. Mariana de Jesús fue una mujer comprometida con el dolor de los seres humanos.
LA SANTA Y LOS PECADORES
Mariana de Jesús es uno de los personajes históricos más notables del siglo XVII en la Real Audiencia de Quito, del cual los historiadores la consideran la figura más destacada por su ejemplar espíritu de patriotismo, su integridad y forma de ser, que impactó su época y la convirtieron en paradigma de valor, de una mujer comprometida con el dolor de los más vulnerables y necesitados. Como afirma el historiador John Leddy Phelan, Mariana de Jesús es el contraste con la decadencia moral instaurada entre los burócratas españoles residentes en América, expresada en el peculado y el libertinaje, personificados por el Presidente Antonio de Morga. La vida de Mariana fue un fuerte contraste con la “corriente general de inmoralidad pública y privada” de la sociedad colonial, ella encarnaba las virtudes morales y éticas que todos los de su época profesaban y pocos practicaban, ella despertó la conciencia religiosa de Quito, donde transcurrieron los veinte y seis años de su vida.
Mariana Paredes es el prototipo de la mujer mestiza quiteña, risueña y alegre, tocaba la vihuela, el clavicémbalo y el piano, cantaba y recitaba, hábil con las manos en la rueca, el bolillo y los palillos, cosía, tejía y bordaba; le gustaba cocinar, preparaba especialmente dulces. En una carta de su puño y letra, que escribió a uno de sus consejeros espirituales le enviaba “una petaquilla con unas tortas y un poco de bizcocho y alfajor”, esos delicados alfajores quiteños que continúan preparándose en los monasterios de la capital ecuatoriana, rellenos de dulce de guayaba, que se extendieron por todas las colonias españolas de América.
AZUCENA DE QUITO
Mariana de Jesús, literalmente ofrendó su vida por su pueblo, por su ciudad y por su país. 1645 fue un año catastrófico para la Real Audiencia de Quito, golpeada por una epidemia de sarampión y difteria que cobró la vida de 12.000 personas y posteriormente una serie de terremotos que mataron a más de 2.000. El volcán Pichincha, -en cuyas faldas se encuentra Quito-, erupcionó por primera vez desde la conquista española. Todos estos desastres se interpretaron como una expresión de la ira de Dios, por los vicios reinantes en la ciudad y los sentimientos de culpa colectiva reinaban entre los quiteños.
El cuarto domingo de Cuaresma, un 26 de marzo de 1645, el confesor de Mariana de Jesús, Alonso de Rojas durante el sermón en la Iglesia de la Compañía, dijo que todos los desastres en la ciudad fueron causados por el pecado. Llamó a que la gente se arrepienta, a que se ofrezcan como víctimas y pidan que se les permita morir para salvar del castigo a la ciudad, de inmediato Mariana de Jesús se levantó y anunció que ella pediría a Dios tomar su vida como ofrenda, en lugar de la vida del padre Rojas, quien no podía faltar en la ciudad por su bondad y ejemplo, que por indigna que fuera su vida, ella esperaba que el Señor la aceptara “en defensa de su país, sus compatriotas y sus parientes” y le imploraba que “ella fuera castigada por todo aquello en la ciudad que mereciera castigo. Después de salir de la iglesia fue a su casa y jamas volvió a salir, porque le afectó una enfermedad mortal.
Desde ese día cesaron los terremotos, las pestes y el volcán volvió a su habitual inactividad.
Después del terremoto de 1645 que provocó grandes epidemias,
Mariana de Jesús ofreció públicamente su vida a cambio de que termine la tragedia,
por lo que fue proclamada Heroína Nacional en 1945.
Mientras Marianita estaba enferma, el médico ordenó que fuera sangrada para bajarle la fiebre, esa sangre fue vertida en una esquina del patio, donde humedeció el suelo y en el cual creció una planta verde que pasó inadvertida, pero que después se convirtió en una azucena, flor con la cual se ha identificado a Mariana desde entonces.
Mariana de Jesús murió exactamente dos meses después, el 26 de mayo, causando una fuerte impresión en sus conciudadanos. Sus funerales fueron presididos por el obispo, las autoridades de la audiencia, el cabildo municipal y del pueblo de Quito que asistió multitudinariamente. Mariana estuvo terriblemente consciente de la decadencia moral de la sociedad, pero nunca confrontó a los pecadores, no obstante su vida entera, que culminó con su sacrificio para purgar los pecados de su ciudad natal, constituyó una condena enérgica, si bien implícita, de los estratos altos de la sociedad en los cuales nació y que fueron en los que reinó la codicia y la inmoralidad.
PRIMERA SANTA ECUATORIANA
Veinticinco años después de su fallecimiento se recopiló información sobre su vida por orden del Obispo de la Peña y Montenegro y varias comisiones de Roma en 1690, 1706 y 1754 realizan el proceso de su beatificación, que finalmente ocurrió el 7 de octubre de 1850, 205 años después de su muerte. Finalmente Mariana de Jesús fue canonizada el 9 de julio de 1950 por el Papa Pío XII en Roma, en presencia de varios notables académicos quiteños, entre ellos el Dr. Julio Tobar Donoso, el Dr. Mariano Suárez Veintimilla, Don Carlos Manuel Larrea y Don Jaime Acosta Velasco.
El monasterio del Carmen Alto de San José, el primero de la Orden de Carmelitas Descalzas en la antigua Audiencia de Quito, establecido en 1653, ubicado en la Calle de las Siete Cruces y Rocafuerte, fue el hogar donde vivió y murió Santa Mariana de Jesús.
MUJERES PARA LA HISTORIA
Como reiteraba mi maestro y mentor, el ilustre historiador Dr. Jorge Salvador Lara: “el destino histórico de Ecuador ha sido forjado en tres pilares: la fe, la libertad y la cultura.” En los momentos de incertidumbre que ha lo largo de su historia ha atravesado el pueblo ecuatoriano, se aviva su vocación de profunda fe, manifestada en la compasión y la solidaridad, en el que se destaca el ejemplar trabajo humanitario de varias mujeres ecuatorianas, consideradas santas por su entrega y quienes son parte de su historia, entre ellas: Sor Mercedes de Jesús Molina, nacida en Baba; Narcisa Martillo Morán, nacida en Nobol; Zoila de Jesús Salvador González, nacida en Quito y Angela Muñoz Morán, oriunda de Pujilí, todas con una paradigmática vida espiritual, llena de oración, sacrificio, entrega, consagración a Dios y abnegado servicio al prójimo a través del magisterio y de la lucha.
Los restos de Santa Mariana de Jesús reposan bajo el altar mayor de la bellísima Iglesia de la Compañía, en el centro histórico de la capital ecuatoriana, una de las obras más significativas del barroco continental levantada por artistas de la famosa Escuela Quiteña.
Santa Mariana de Jesús, la primera santa ecuatoriana elevada a los altares por la Iglesia Católica, ha sido pintada por los artistas más notables de Ecuador, Joaquin Pinto realizó en el siglo XIX un cuadro de Santa Mariana de Jesus con los niños, que se encuentra en la sacristía de la Iglesia de la Compañía, a donde ella asistía a la misa y servicios religiosos y en donde se conservan sus restos. Víctor Mideros pintó la levitación de Mariana de Jesús en 1926.
En más de de diez mil años de cultura aborigen y más de quinientos años de cultura europea, los ecuatorianos han aprendido a convivir con volcanes y movimientos telúricos, al punto en que Humboldt se admiraba de que duerman apacibles, en esa tierra volcánica en permanente movimiento. Erupciones y terremotos han motivado a que los ecuatorianos mantengan un alto sentido de fe y espiritualidad, invocando la protección divina y encomendándose a la intercesión de la Virgen de las Mercedes, Patrona del Ejército Ecuatoriano y en caso de desastres naturales a Santa Mariana de Jesús, quien ofrendó su vida para “aplacar la ira de Dios”, sin embargo la Santa Quiteña profetizó que su país no sería destruido por desastres naturales, si no por los malos gobiernos.
SANTA MARIANA DE QUITO
(31 de octubre de 1618 - 26 de mayo de 1645)
ORACIÓN
Santa Mariana de Jesús, heroína nacional,
que en tus pocos años de vida
fuiste el ejemplo de tus conciudadanos
en la incondicional fidelidad a Jesucristo,
incluso con heróica penitencia
y en la cercanía y amor a tu prójimo,
por quien ofrendaste tu joven vida,
alcánzanos la gracia de vivir comprometidos con nuestra fe.
Admirable Azucena de Quito,
que hiciste de tu hogar un lugar de adoración
y del templo el altar de tu definitiva inmolación,
protege a nuestras familias,
defiende a nuestra niñez y a nuestra juventud.
Amén
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